jueves, 4 de diciembre de 2014

Metales pesados: Daños y Beneficios.

¿Cómo nos benefician?
Los organismos vivos requieren diferentes cantidades de metales pesados. Pequeñas cantidades de hierro, cobalto, cobre, manganeso, molibdeno, y zinc son requeridas por los humanos. Excesivas cantidades pueden dañar nuestro organismo. Otros metales pesados como mercurio, plutonio, y plomo son metales tóxicos que no tienen un efecto vital o beneficioso para el organismo, y su acumulación en el tiempo y en el cuerpo de los animales puede causar serias enfermedades.
Algunos elementos que son normalmente tóxicos, para algunos organismos, bajo algunas condiciones pueden ser beneficiosos. Por ejemplo, el vanadio, el tungsteno, incluso el cadmio.
Los metales pesados son componentes naturales de la corteza terrestre. No pueden ser degradados o destruidos. En un grado pequeño se incorporan a nuestros cuerpos vía el alimento, el agua potable y el aire. Como elementos de rastro, algunos metales pesados (por ejemplo el cobre, el selenio y el cinc) son esenciales mantener el metabolismo del cuerpo humano.
Durante muchos años se usaba el óxido de plomo como pigmento blanco en las pinturas (hoy reemplazado por óxido de titanio) y en muchos países se sigue usando el tetraetil plomo como aditivo de las naftas. Durante la combustión de éstas, las partículas del metal pasan al aire y quedan en el polvo de los caminos. Se usa en soldaduras y como cobertura maleable de algunas pilas, y como elementos en las baterías de los autos.
El mercurio se usa puro o en forma de amalgamas. Su uso en la medicina dental y en algunas pilas es frecuente. El cadmio se usa en diversas aleaciones y también en pilas.
Los humanos usan los metales pesados a pesar de ser peligrosos, porque facilitan muchas actividades de la vida cotidiana.


¿Cómo nos afectan?
Existe una serie de elementos que en alguna de sus formas pueden representar un serio problema medioambiental y es común referirse a ellos con el término genérico de "metales pesados". En la actualidad, existen fuentes antropogénicas de metales pesados, por ejemplo la contaminación, que los ha introducido en los ecosistemas. Por ejemplo los combustibles derivados de la basura (no orgánica) generalmente aportan estos metales, así que se debe considerar los metales pesados cuando se utilizan los residuos como combustible.
Algunos metales pesados son peligrosos para el medio ambiente y la salud, por ejemplo mercurio (Hg), cadmio (Cd), plomo (Pb) y cromo (Cr).
Otros causan corrosión, como zinc o plomo, o son dañinos por otros medios (por ejemplo el arsénico puede contaminar los catalizadores).
Los metales pesados en concentraciones altas pueden conducir al envenenamiento. El envenenamiento por metal pesado podría resultar, por ejemplo, de la contaminación del agua potable (por ejemplo tuberías de plomo), las altas concentraciones en el aire cerca de fuentes de la emisión, o producto vía la cadena de alimento.
En la Unión Europea los once elementos más importantes son arsénico, cadmio, cobalto, cromo, cobre, mercurio, manganeso, níquel, plomo, estaño y talio, de los cuales sus emisiones en incineradores están reguladas. Algunos de ellos son necesarios para los humanos en pequeñas proporciones tales como cobalto, cobre, cromo, manganeso y níquel, mientras otros son carcinogénicos o tóxicos, afectando, entre otros, al sistema nervioso central (manganeso, mercurio, plomo, arsénico), los riñones o el hígado (mercurio, plomo, cadmio, cobre) o la piel, los huesos, o dientes (níquel, cadmio, cobre, cromo).

La contaminación con metales pesados puede surgir de muchas fuentes, pero más comúnmente de la purificación de metales, por ejemplo, el smelting (proceso de extracción del metal de la piedra) del cobre o la preparación de combustible nuclear.

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